En esta obra, Paula retrata a una de sus amigas junto a una cabra, símbolo de su signo zodiacal, Capricornio. Inspirada en la estética de los retablos, la composición está enmarcada por un arco dorado que evoca una atmósfera sacra. Sin embargo, lejos de representar figuras santas, la artista crea un espacio íntimo y emocional, destacando la conexión personal con la retratada. A través de veladuras y transiciones cromáticas sutiles, la piel adquiere un realismo palpable, mientras el contraste con la simplicidad del animal refuerza la fuerza simbólica y visual de la obra.